El pánico comenzó cuando se escucharon pasos y voces en la distancia, de inmediato un guardia fue a echar un vistazo a través de las verjas. A simple vista parecía ser un grupo vandálico de la derecha, notó que eran jóvenes y eso fue suficiente para que diera la señal de alerta roja a sus compañeros, la misma que tanto habían ensayado y de inmediato se pidió refuerzos y se alertó a la policía. El guarda regresó a su puesto de siempre, agarró su garrote y adoptó un porte defensivo. Los demás corrieron a la oficina del registro público donde estaban las piedras que con tanto amor por la paz habían traído a la alcaldía los muchachos del camión de la basura.
En pocos momentos se logró apreciar una multitud enorme, y fue cuando la duda se convirtió en certeza, el susto se convirtió en miedo, y el miedo en diarrea.
Armados hasta los dientes con piedras, lanza morteros y garrotes, los mas valientes salieron a defender la alcaldía sandinista, sabían que este momento llegaría, lo habían hablado tanto, habían discutido estrategias, se dijeron tantas cosas y ver que todo aquello finalmente se materializaba les daba escalofríos. Pero Daniel los necesitaba, la patria los necesitaba, y si caían esa noche, daba lo mismo, de igual forma serían recordados como héroes, solo había un problema: Era la procesión de la Canduchita.
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